


La expulsión de las vulnerabilidades
A día de hoy, todas las personas, sin excepción, tenemos un cuerpo. Podrá gustarnos más o menos, pero no podemos desprendernos de él. Sin embargo, como hemos estado viendo, no todas somos cuerpo. ¿Quién es cuerpo? Un ejemplo sencillo para que se entienda: Sally Ride fue cuerpo. A la primera mujer astronauta estadounidense (la tercera mundial) en explorar el espacio exterior, la NASA (sí, esa agencia llena de ingenieros super inteligentes y sobradamente preparados) le entregó una ristra de 100 tampones para los 6 días que duraba la misión. Y, aún con dudas, le preguntaron si serían suficientes. Esta historia, que se ha hecho muy popular gracias a las redes sociales por la canción de la humorista Marcia Belsky, no deja de ser una anécdota, pero es una buena muestra de qué significa ser cuerpo en una sociedad que lo niega.
Recordarás, que, cuando planteamos las lógicas del sistema sexo-género, abordamos cómo el pensamiento occidental se erigía en pares dicotómicos y jerarquizados. Así, el par hombre-masculino se definía a sí mismo como mente-sujeto-productivo o, lo que es lo mismo, señores que están convencidos de que el mundo (el que se ve, el que tiene valor, vamos, el espacio público) no necesita la carne y, mucho menos, lo que viene pegado a ella. Por eso, han coronado a un rey que se cree incorpóreo y que reina bajo el delirio de la invulnerabilidad. ¡Shhh! ¡Que nadie diga en alto que su traje nuevo no esconde sus vergüenzas! ¡Qué nadie diga que no tapa sus necesidades de afectos, de cuidados, físicas y fisiológicas! ¡Qué nadie diga nada, no vayan a darse cuenta de que nosotros también somos vulnerables!
Entretanto, el par mujer-femenino se relaciona con pares como carne-objeto-reproductivo. Así, se entienden como seres corporizados emocionales y cercanos a la naturaleza, íntimamente vinculados a significantes como gestación, hormonas, lactancia, menstruación o sexualidad. Gloria Anzaldúa explica que, como la mujer es “carnal, animal y está más cerca de lo antidivino, debe ser protegida de sí misma [...] La mujer es lo extraño, lo otro. Ella es una de las pesadillas reconocidas del hombre, su Bestia-Sombra” (2016: 58). Por ello, necesitan controlar, disciplinar y regular sus cuerpos.
¿Te has parado a pensar cuántos debates científicos, culturales, económicos, educativos, políticos, sociales o religiosos existen sobre la (necesidad de) normativización y regulación de los cuerpos de las mujeres? Amamantar en público; la práctica de topless o el uso del burkini en la piscina o la playa; ir con escote o hiyab a la escuela; la falda y los tacones como uniforme laboral; los niveles de testosterona en el deporte; la censura de los pezones femeninos en las redes sociales; los burdeles con muñecas sexuales. Y sigue: el aborto, la anticoncepción, la gestación subrogada, la esterilización forzosa, el matrimonio forzado, la mutilación genital femenina, el parto (des)humanizado, el trabajo sexual… El cuerpo de las mujeres se entiende como privado, pero se (re)define desde lo público. El cuerpo de las mujeres es político y, por ende, es política. ¿Y quién ostenta el poder de normativizar y regular estos cuerpos? Preponderantemente, señores que responden al perfil de BBVA+, esos que están convencidos de que al emperador no se le puede ver el culo, porque no tiene cuerpo.
Expulsar al cuerpo supone olvidar sus vulnerabilidades. El cuerpo enferma; experimenta la regla, el embarazo y la menopausia; ocupa un espacio; a veces quiere moverse y otras parar; se cansa; necesita ir al baño; desconecta, se pone nervioso; suda; tiene calor y frío, hambre y sueño, dolores y preocupaciones, limitaciones. No somos esas máquinas que tanto le gustan al capitalismo. ¿Qué estamos diciendo? ¡Incluso las máquinas y las inteligencias artificiales tienen (en algún sitio) un cuerpo con necesidades! Además, el cuerpo cambia y lo hace constantemente. Así que es probable que las necesidades que no te condicionan hoy, lo puedan hacer mañana.
Y aquí hay algo importante, todos los cuerpos tienen vulnerabilidades, sí, pero no todos están vulnerados por igual. Los cuerpos señalados como otros son cuerpos políticos atravesados por relaciones de poder científicas, culturales, educativas, demográficas, ecológicas, económicas, judiciales, políticas, religiosas, sanitarias, sociales o tecnológicas. Obviamente, esto no solo atañe al par mujer-femenino, se extiende y/o se enmaraña con los pares marcados como subalternos.
Las corporalidades otras son todas aquellas que no están hechas a la imagen y semejanza del BBVA+, esto pasa por las asexuales, bi, gais, lesbianas (vs par heterosexual); las butch y las que tienen pluma (vs expresión de género hegemónica); las ciegas, las diskas, la que se mueven en silla de ruedas (vs capacitado); las adictas, las enfermas, las gordas y las locas (vs sano, vs disciplinado); las gitanas, las latinas y las negras (vs blanco); las infancias y las viejas (vs adulto); las intersex, las queer, las trans (vs cis), etc. Las corporalidades anormales son aquellas que se marcan cuando hablan, cuando se mueven, cuando existen. Y todas ellas se consideran insuficientes, inconvenientes, indeseables o, directamente, inconcebibles para el espacio público que, como recordarás, se entiende intrínsecamente ligado a lo productivo.
Residente manifiesta en sus versos que los anormales “cómo nos vemos curiosos, ponemos a los lindos nerviosos, que toda la gente nos señale, lo que no es igual, sobresale”. Pero, ¿por qué esos nervios? Dice la activista anticapacitista Itxi Guerra que estos cuerpos abyectos molestan tanto al sistema porque colocan a la sociedad frente el espejo de la vulnerabilidad, cuestionando ese cuerpo-máquina inalcanzable pero que impregna nuestro imaginario colectivo. Por eso reivindica la fragilidad y la ternura como armas de subversión para poner en jaque la idea de autonomía, independencia e individualidad. Desde su posición de diska, pide “reconocernos como seres sociales, interdependientes y monstrues inútiles para el capitalismo. Máquinas que se han roto pero no quieren volver a funcionar, se han puesto en huelga y jamás volverán a trabajar” (2023: 115).
Cuerpos anormales-curiosos-monstruos en guerra contra un sistema que los deslegitima, encierra, esteriliza, invisibiliza, medica, teme, violenta. Cuerpos capaces de desvelar que el emperador va desnudo para mostrar su vulnerabilidad. Por eso es fundamental colocar la corporalidad en el centro, hablar de los cuerpos, hablar desde los cuerpos. Necesitamos desvelar los malestares que los atraviesan y conocer los gozos que los sustentan para poder transformar nuestros espacios, nuestras entidades, nuestras sociedades. Pero, ¿cómo lo hacemos? Aquí empieza el reto.








