


En ocasiones, cuando pensamos en espacios participativos en nuestra cabeza surgen significantes como equidad u horizontalidad. Sin embargo, acudimos a estos lugares de encuentro con nuestras propias mochilas que llevan a cuestas el peso de los sistemas de dominación que atraviesan a nuestras sociedades. Uno de los más visibles es el sistema sexo-género. Es decir, esas normas invisibles basadas en el sexo asignado al nacer sobre las que se erige un sistema binario y jerarquizado entre hombres y mujeres.
A la hora de participar, nos interesa comprender cómo influyen cuatro de las lógicas que apuntalan este sistema sexo-género. En la guía Transformando los malestares en acción política. Estrategias feministas para una participación igualitaria nos detendremos con más detalle y encontrarás más referencias para profundizar en ello. Aquí, tan solo daremos algunas pinceladas.
Lógica 1:
Razón-Emoción
La primera lógica del sistema sexo-género se basa en el dualismo razón-emoción, que ha estado muy presente en la filosofía occidental. Para muchos pensadores, el cuerpo se divide en dos: la mente-pensante y el cuerpo-vasija. Esta lógica se traslada a otros pares como son hombres-masculino y mujeres-femenino para apuntalar su comportamiento y papel en la sociedad. Ellos, mente, capacitados para pensar y, con ello, llevar los asuntos públicos. Ellas, carne, capacitadas para los asuntos del cuerpo (crianza, cuidados).
Lógica 2:
Sujeto-Objeto
A partir del par mente-carne, se deriva la segunda lógica del sistema sexo género. Los hombres son la mente-pensante y, con ello, el sujeto de la acción. Pero para tomar racionalmente las decisiones, deben ser independientes e inmunes a las vulnerabilidades fisiológicas y emocionales. Mientras tanto, ellas carne-vasija son el objeto de la acción, al que controlar y dominar. Especialmente, si se tiene en cuenta que ellas no pueden separarse de su parte más carnal/emocional.
Lógica 3:
Productivo-Reproductivo
La tercera lógica del sistema sexo-género nos lleva al par productivo-reproductivo. Los hombres-mente-sujeto van a ser los que se entiendan como objetivamente capacitados para llevar los asuntos productivos. Es decir, las actividades monetizadas y ligadas al poder, que corresponden a lo que le damos valor y reconocimiento en las sociedades capitalistas. Mientras tanto, las mujeres-carne-objeto solo se entenderán aptas para los cuidados. Lo reproductivo es aquello que, como la base del iceberg, sostiene nuestras vidas, sin embargo, tendemos a darlo por sentado, invisibilizándolo y quitándole valor.
Lógica 4:
Dominación-Subalternidad
La cuarta lógica del sistema sexo-género desvela cómo este hombre-mente-sujeto-productivo ocupa una posición predominante en nuestras sociedades. Sin embargo, no es un varón cualquiera, sino que tiene que cumplir un perfil muy concreto que se conoce como BBVA+ (blanco, burgués, adulto, heterosexual, sin discapacidades...). Aunque estas características solo las cumple un porcentaje muy pequeño de la población, se vende como lo neutral y universal. Mientras tanto, el resto, es considerado un sujeto subalterno, es decir, un otro particular que habita los márgenes.
La interseccionalidad

Las cuatro lógicas que se enmarañan para moldear el sistema sexo-género son fundamentales para comprender el trasfondo de nuestros malestares, pero es insuficiente. Y es que no todas las mujeres son iguales, ni los hombres tampoco. Existen otros sistemas de dominación que condicionan nuestras vidas y, como tal, la forma que habitamos el espacio público. Por ello, necesitamos una herramienta que nos ayude a comprender esta complejidad y la encontramos en la interseccionalidad.
La interseccionalidad es una noción fundamental imaginada desde el feminismo negro y acuñada por la abogada y académica Kimberlé Crenshaw en los años 70 en los EEUU. Esta herramienta nos ayuda a entender cómo nuestra posición social está atravesada por una maraña de opresiones y privilegios que viene condicionada por los sistemas de dominación presentes en nuestras sociedades (capacitismo, capitalismo, colonialismo, edadismo, homofobia, patriarcado, racismo, transfobia...). Nuestros espacios participativos no son oasis ajenos a estas formas de dominación (aunque a veces los vemos como tal) y por eso es tan importante incorporar la perspectiva interseccional para estar atentas y actuar sobre las relaciones de poder que vayamos detectando (también en nosotras mismas).
¡EXPLORA LOS MALESTARES!












